miércoles, 7 de diciembre de 2011

Manuel Fernando Desiderio Ýñigo Ruiz y Monteagudo

Entrada a la fábrica de hilados y tejidos "Los Ángeles".
Entrada a la fábrica de hilados y tejidos "Los Ángeles".

En el poblado de Los Ángeles se originó en el año de 1839, la primera industria de hilados y tejidos que hubo en el Estado de Sonora. En ese entonces La Fábrica como generalmente se le conoce hoy en día por la gente de nuestra tierra, está ubicada a unos 50 kms. al noroeste de esta ciudad de Hermosillo, y a unos cuatro kilómetros al sur de la ex capital de Sonora, San Miguel  de Horcasitas.  Fue un hombre visionario quien adquirió varios telares construidos en Inglaterra y dado a su desafecto hacia el sistema de Gobierno instituido durante el siglo XIX, hasta la fecha no se le han reconocido sus méritos como hombre extraordinario de empresa; nos referimos nada menos que a Don Manuel Fernando Desiderio Ýñigo Ruiz y Monteagudo.

Reseñando una breve biografía de esta persona les diremos que nació en la entonces San Miguel de Horcasitas el 11 de febrero de 1785,  en el seno de una familia numerosa y acomodada que estaba conformada por sus padres don José Fernando Ýñigo Ruiz y Doña Ana María Francisca Ortiz, así como una docena de hermanos.

Volviendo a lo de la Fabrica de Los Ángeles, antes de 1700 era una ranchería indígena y fue el alférez Juan Bautista de Escalante quien fundó en ese lugar una hacienda asentando a varias familias de origen seri, tal y como lo hizo anteriormente en El Populo y después en la Santísima Trinidad del Pitic.

Ýñigo fue un ambicioso terrateniente donde sus propiedades se originaron precisamente con la Hacienda del Alamito, conocida hoy como Real del Alamito que de real no tiene nada pero si, mucha plusvalía. Esta hacienda fue vendida anteriormente por su padre a otras personas y, años después la adquirió por compra a Agustín Muñoz.

Por su parte, Don Fernando había adquirido los nueve sitios de terreno, que originalmente la componían, gracias a una merced concedida por el Gobernador Intendente Don Pedro Corbalán en el año de 1784 y fue hasta 1797 cuando se le libraron los títulos correspondientes. Junto con esta propiedad Manuel Ýñigo Ruiz extendió sus dominios desde El Chino Gordo (Molino de Camou) por el Sur hasta San Miguel de Horcasitas, por el Norte donde se incluían los predios de Tierras Nuevas (Pueblo Nuevo), adquirió este a su yerno Joaquín Astiazaran en 1842 por 5 mil pesos y un año antes la del Chino Gordo por 2,400 pesos. Se incluía también lo de La Labor donde está sepultado su padre desde el 23 de octubre de 1822, así como el Cerro Pelón, Codorachi y el Torreón.

LA FÁBRICA.

En 1839, como mencionábamos al principio, construyó la citada factoría de hilados que fue la primera en su género; dejando atrás, los telares rudimentarios de origen indígena, que las amas de casa utilizaban en sus casas y la fábrica ocupaba un área de 150 pies de ancho por 130 de fondo, donde el sistema de funcionamiento era movido por agua , cuyas acequias o canales aún son visibles hoy en día los cuales miden, un metro de ancho por uno de fondo y están construidos en piedra, ladrillo y mortero.

La fábrica elaboraba y exportaba principalmente mezclillas, lonas, mantas y rayadillos a San Francisco, California y también al extenso Condado de doña Ana que después del Tratado de la Mesilla en 1853 se desintegraría en los actuales estados de Utah, Nevada y Arizona, quien a su vez, formaba parte del territorio de Nuevo México.

Para adquirir la fibra blanca, Ýñigo la compraba a algunos hacendados tanto por el río San Miguel como de Hermosillo y Villa de Seris, así como de Tucson. El 24 de julio de 1843 adquirió por parte del Gobernador Don José Urrea y del Secretario de Gobierno Pablo Valencia, la anuencia para comprar 1800 arrobas de algodón en los valles del Yaqui y del Mayo.

Dicha anuencia consistía en otorgar el permiso para poder introducir la fibra a esta parte de Sonora. Es precisamente en ese mismo año cuando nuestro personaje se asoció con el filibustero español Anselmo Larrondo y junto con otros parientes políticos como Doña Encarnación Gándara de Gortari Larrondo, el Gobernador Manuel María Gándara, hermano de la anterior, Don Fernando Cubillas, José de Aguilar, Joaquín Astiazaran y su hermano Pascual Ýñigo Ruiz, conformaron la Casa Comercial “Manuel Ýñigo y Compañía” con oficina matriz en Guaymas y sucursales en San Miguel de Horcasitas y Hermosillo que distribuía principalmente los productos elaborados en la fábrica.

Sobre la sucursal de Hermosillo hay que reseñar que se encuentra todavía el edificio y está ubicado en la esquina de Sufragio Efectivo y Yáñez donde está hoy una fábrica de helados y, por la puerta de acceso al piso superior, situada al lado norte por la calle Centro, se puede ver todavía en el arco de medio punto, las iniciales de su propietario M.Y.

A raíz de la inminente invasión norteamericana a Guaymas en 1847 la citada casa comercial donó mil quinientos fusiles para la defensa del Puerto por conducto de Antonio Larrondo; además la Fábrica de los Ángeles por órdenes del propio Ýñigo, hizo un préstamo de 5 mil pesos para los hombres de las tropas.

Al término de la guerra entre México y los Estados Unidos, Don Manuel trató en vano de cobrar la deuda de esos 5 mil pesos al Gobierno del Estado, pero como este no tenía con que pagar, tuvieron que pasar 24 años para que el Gobernador Ignacio Pesqueira se dirigiera directamente al presidente Don Benito Juárez solicitándole el pago de esa deuda a Ýñigo. Desgraciadamente el Presidente falleció el 18 de Julio del citado año y por consiguiente la deuda hasta donde sabemos, se esfumó.

Junto con la fábrica de hilados se encontraba también el Molino Harinero “Los Ángeles” ubicados en las orillas del rio y se deshizo de él,  el 27 de agosto de 1870 por no poder atenderlo, vendiéndoselo al Presidente de la Junta Directiva de la Industria Sonorense Don José Ortiz. En el contrato de compra-venta dice textualmente: “... El molino incluye la maquinaria, piedras, cedazon, goteras, asaleaderas, atarjeas y demás cosas." Según consta en el Libro de Protocolos No. 31, Acta 123 que se encuentra de la Dirección General de Documentación y Archivo.

Manuel Ýñigo falleció intestado en el mes de diciembre de 1877 después de 92 largos años de inquieta y fructífera vida; llegando a tal grado de triunfar en los negocios y derribar gobernadores a su antojo no importara fueran sus parientes políticos o no. E incluso demando por la vía legal al mismo Gobernador de Washington por sus intereses invertidos en terrenos que poseía en Tubac, Arizona que le fueron invadidos por nuestros “primos” a causa del Tratado de La Mesilla.

A la muerte de este, sus herederos vendieron posteriormente todas la propiedades, incluyendo la Fábrica de Los Ángeles que en 1900 pasa a denominarse Compañía del Sur del Pacifico, S.A. y pertenecía a la Casa Busgaeger y Freese de Guaymas, y que a la vez eran subsidiarias de la Casa G. Moller de Mazatlán, Sin.

En 1905 Federico García y Alva informó de que en Los Ángeles, se producía más de 44 mil piezas de tejidos, dando ocupación a 180 operarios entre hombres, mujeres y niños en sus 175 telares ingleses.  Los hombres devengaban un salario diario de un peso; en tanto que las mujeres 75 centavos. A todas luces esta empresa acataba las disposiciones del Gobierno Porfirista, utilizando también la mano de obra de niños menores de 16 años, a quienes se les pagaba un jornal de 62 centavos.

Para 1907 el capital de la Compañía del Sur Pacifico, S.A., era de un millón de pesos, similar al del desaparecido Banco de Sonora y es en ese entonces cuando lo administraba la familia Corvera de Guadalajara, Jalisco y en 1923, asume la Gerencia el recordado vecino Hermosillense Don Delfín Ruibal, por espacio de 14 años.

Doña María Tapia fue una señora que trabajó muchos años en la Fábrica y nos contaba que Don Delfín enviaba gente del pueblo de Los Ángeles a capacitarse a las fábricas que los Corvera tenían en la Perla Tapatía y muchos de los fabriqueños se quedaron para siempre allá. Un nieto de Doña María apodado El Cuate, nos enseñó en una ocasión a principios de este año 2000, un enorme ovillo de plástico, con hilo mercerizado de más de dos kilos de peso y podríamos decir que es lo único que queda de la fábrica, claro, a excepción de los montones de escombros y padecería de metal.

También se conserva en buen estado el arco de material de la entrada que tiene registrada la fecha de construcción 1916; así como las ruinas de los almacenes y tiendas de la empresa que todavía se encuentran al lado oriente de la plaza principal.

La Fábrica de los Ángeles de su presencia física ya no queda nada, salvo el arco que mencionamos arriba y que las autoridades municipales de San Miguel de Horcasitas lo han mandado cercar con malla ciclónica para impedir que los borrachos lo crucen con todo y vehículo con el consabido riesgo de que puedan derrumbar algún día.

Por otra parte; el sitio donde se encontraba la factoría está cubierta por toneladas de escombros y es común encontrar entre ellos desde tuercas, pedazos de clavos, tornillos y lo más interesante: moneda de cobre con la inscripción M.Y. y Cía. Este era el tipo de pago con que hacia Manuel Ýñigo a todos los trabajadores tanto de la citada fábrica como de los molinos harineros, ranchos, haciendas y empresas de la Compañía. Dichas monedas eran mandadas acuñar a la Casa de Monedas de Hermosillo y desgraciadamente solo tenía valor en la “tienda de raya” donde se podían adquirir todos los diversos artículos de consumo; más caros que en cualquier comercio común de la ciudad.

Una de estas monedas me la mostró una hija de un trabajador quien señaló que antes de que se cerrara la Fábrica, laboraban dos puebles o turnos. Fue en 1942 cuando a raíz de las violaciones al contrato de trabajo, se declaró en huelga la planta laboral y los Corvera,  según cuentan los vecinos, metieron esquiroles para desbaratarla.  Esto se prolongó varios meses y según cuenta la conseja popular, una noche la Fábrica se incendió. Los moradores de Los Ángeles, afirman que fueron los mismos dueños que lo hicieron, mientras otros, sin embargo, afirman que fueron los propios trabajadores.  Con esta desgracia, familias enteras salieron a buscar el sustento a otras partes. Entre ellas señalaremos a los DomínguezTerosSalomónReyesContreras, entre otras que afortunadamente encontraron trabajo en la desaparecida compañía de Textiles de Sonora, S.A., de esta ciudad de Hermosillo.

Su gente vive hoy de la agricultura y la pequeña ganadería, no existen empleos a pesar de estar cerca de la capital del estado y en una carta enviada a Alfonso Molina Ruibal el 12 de agosto de 1994 que en ese entonces era funcionario del  Gobierno del Estado y curiosamente, descendiente de Don Delfín Ruibal quien fuera el último gerente de la Fábrica, le solicitaron fuentes de empleo para el poblado y dice:

"El pueblo de la Fábrica de los Ángeles, Municipio de San Miguel de Horcasitas. Le hace la petición de una fuente de trabajo, donde laboren un por ciento de 120 personas de distintas localidades ya que las personas de la Fábrica de Los Ángeles, Pueblo Nuevo, San Miguel y otras localidades no tienen donde trabajar y por necesidad de alimentación,  más que para una mediana alimentación, ya que habiendo que trasladarse en autobús, el cual es una baja en el salario de los trabajadores que logran colocarse en alguno de los trabajos diarios, el cual es salario mínimo. Le hacemos la petición siendo esta misma que el C. Candidato Municipal Enrique Amarilla Ochoa hizo a la Ciudad de Ures, Sonora, el 6 de agosto de 1994. Hoy se la hacemos llegar por medio del mismo candidato”.

“Aprovechamos la ocasión para enviarle un saludo y pedirle continuemos con esta unidad que hasta este momento nos ha caracterizado. Anexamos 109 firmas.”

Como vemos no hubo respuesta por parte del Gobierno, porque la situación económica de los pobladores sigue igual.

Solamente un día es de fiesta regional,  es organizada en el pueblo y es la conmemoración de su Santa Patrona, Nuestra Señora de Los Ángeles, que cada 2 de agosto, reúne a familiares y amigos en un ambiente de gran algarabía y se realizan vistosos bailes y misas en el derruido templo.

Por consiguiente la antigua factoría de hilados y tejidos de Los Ángeles marco toda una época en el desarrollo económico por espacio de 103 años, beneficio económico primeramente para una sola persona: Don Manuel Ýñigo Ruiz que pagaba lo que él quería, después para los empresarios de la época porfirista que tenían sometido en un estilo de esclavitud a decenas de obreros y finalmente los problemas obrero-patronales que no se hicieron esperar durante los años 30, haciendo crisis en 1942 con el cierre y el incendio de la factoría, terminando para siempre con esta industria local.

A continuación en el mes de Enero de 2000, entre el trovador Ramón Martin Noriega Figueroa y el que esto escribe, tuvieron el arrojo de dedicarle un corrido al citado pueblo que ante la falta de una historia musical escrita sirva como un ejemplo de añoranza, el cual dice así:

Año de mil ochocientos,

El treinta y nueve corría,

Los hilados y tejidos

En esta fábrica hacían.

Los productos más famosos,

Que ahí mismo fabricaron,
Manta y mezclilla doble ancho,
Que en todo México usaron.
Ýñigo fue el fundador,
Le siguieron los Corvera,
La Fábrica de Los Ángeles,
Con nostalgia los recuerda.
Año de mil novecientos,
Corrían el cuarenta y dos,
Y a Don Delfín Ruibal,
Le tocó dar el adiós,
Mis amigos tan queridos,
Que he dejado en mi pueblito,
En cada fiesta de agosto,
Los recuerdo con cariño.
Le dejo mi despedida,
Del  Paseo de la Palma,
La Fábrica de Los Ángeles,
Y Codorachi del alma,
Así es que. . . . Gracias por su tiempo.


Letra: Juan Ramón Gutiérrez
Música: Ramón Martin Noriega Figueroa.

Autor del artículo: Juan Ramón Gutiérrez

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