Entrada a la fábrica de hilados y tejidos "Los Ángeles". |
Reseñando
una breve biografía de esta persona les diremos que nació en la entonces San
Miguel de Horcasitas el 11 de febrero de 1785, en el seno de una familia
numerosa y acomodada que estaba conformada por sus padres don José
Fernando Ýñigo Ruiz y Doña Ana María Francisca Ortiz, así como una docena de
hermanos.
Volviendo
a lo de la Fabrica de Los Ángeles, antes de 1700 era una ranchería indígena y
fue el alférez Juan Bautista de Escalante quien fundó en ese lugar una
hacienda asentando a varias familias de origen seri, tal y como lo hizo anteriormente
en El Populo y después en la Santísima Trinidad del Pitic.
Ýñigo
fue un ambicioso terrateniente donde sus propiedades se originaron precisamente
con la Hacienda del Alamito, conocida hoy como Real del Alamito que de real no
tiene nada pero si, mucha plusvalía. Esta hacienda fue vendida anteriormente
por su padre a otras personas y, años después la adquirió por compra a Agustín
Muñoz.
Por
su parte, Don Fernando había adquirido los nueve sitios de terreno, que
originalmente la componían, gracias a una merced concedida por el Gobernador
Intendente Don Pedro Corbalán en el año de 1784 y fue hasta 1797 cuando se le
libraron los títulos correspondientes. Junto con esta propiedad Manuel
Ýñigo Ruiz extendió sus dominios desde El Chino Gordo (Molino de Camou) por el
Sur hasta San Miguel de Horcasitas, por el Norte donde se incluían los predios
de Tierras Nuevas (Pueblo Nuevo), adquirió este a su yerno Joaquín Astiazaran
en 1842 por 5 mil pesos y un año antes la del Chino Gordo por 2,400 pesos. Se
incluía también lo de La Labor donde está sepultado su padre desde el 23 de
octubre de 1822, así como el Cerro Pelón, Codorachi y el Torreón.
LA
FÁBRICA.
En
1839, como mencionábamos al principio, construyó la citada factoría de
hilados que fue la primera en su género; dejando atrás, los telares
rudimentarios de origen indígena, que las amas de casa utilizaban en sus casas
y la fábrica ocupaba un área de 150 pies de ancho por 130 de fondo, donde el
sistema de funcionamiento era movido por agua , cuyas acequias o canales aún
son visibles hoy en día los cuales miden, un metro de ancho por uno de fondo y
están construidos en piedra, ladrillo y mortero.
La
fábrica elaboraba y exportaba principalmente mezclillas, lonas, mantas y
rayadillos a San Francisco, California y también al extenso Condado de
doña Ana que después del Tratado de la Mesilla en 1853 se desintegraría en los
actuales estados de Utah, Nevada y Arizona, quien a su vez, formaba parte del
territorio de Nuevo México.
Para
adquirir la fibra blanca, Ýñigo la compraba a algunos hacendados tanto por
el río San Miguel como de Hermosillo y Villa de Seris, así como de Tucson. El
24 de julio de 1843 adquirió por parte del Gobernador Don José Urrea y del
Secretario de Gobierno Pablo Valencia, la anuencia para comprar 1800 arrobas de
algodón en los valles del Yaqui y del Mayo.
Dicha
anuencia consistía en otorgar el permiso para poder introducir la fibra a esta
parte de Sonora. Es precisamente en ese mismo año cuando nuestro personaje se
asoció con el filibustero español Anselmo Larrondo y junto con otros
parientes políticos como Doña Encarnación Gándara de Gortari Larrondo, el
Gobernador Manuel María Gándara, hermano de la anterior, Don Fernando Cubillas,
José de Aguilar, Joaquín Astiazaran y su hermano Pascual Ýñigo Ruiz, conformaron
la Casa Comercial “Manuel Ýñigo y Compañía” con oficina matriz en Guaymas
y sucursales en San Miguel de Horcasitas y Hermosillo que distribuía
principalmente los productos elaborados en la fábrica.
Sobre
la sucursal de Hermosillo hay que reseñar que se encuentra todavía el edificio
y está ubicado en la esquina de Sufragio Efectivo y Yáñez donde está hoy una
fábrica de helados y, por la puerta de acceso al piso superior, situada al lado
norte por la calle Centro, se puede ver todavía en el arco de medio punto, las
iniciales de su propietario M.Y.
A
raíz de la inminente invasión norteamericana a Guaymas en 1847 la
citada casa comercial donó mil quinientos fusiles para la defensa del Puerto
por conducto de Antonio Larrondo; además la Fábrica de los Ángeles por órdenes
del propio Ýñigo, hizo un préstamo de 5 mil pesos para los hombres de las
tropas.
Al
término de la guerra entre México y los Estados Unidos, Don Manuel trató en
vano de cobrar la deuda de esos 5 mil pesos al Gobierno del Estado, pero como
este no tenía con que pagar, tuvieron que pasar 24 años para que el Gobernador
Ignacio Pesqueira se dirigiera directamente al presidente Don Benito Juárez
solicitándole el pago de esa deuda a Ýñigo. Desgraciadamente el Presidente
falleció el 18 de Julio del citado año y por consiguiente la deuda hasta donde
sabemos, se esfumó.
Junto
con la fábrica de hilados se encontraba también el Molino Harinero “Los
Ángeles” ubicados en las orillas del rio y se deshizo de él, el 27
de agosto de 1870 por no poder atenderlo, vendiéndoselo al Presidente de la
Junta Directiva de la Industria Sonorense Don José Ortiz. En el contrato de
compra-venta dice textualmente: “... El molino incluye la maquinaria,
piedras, cedazon, goteras, asaleaderas, atarjeas y demás cosas." Según
consta en el Libro de Protocolos No. 31, Acta 123 que se encuentra de la
Dirección General de Documentación y Archivo.
Manuel
Ýñigo falleció intestado en el mes de diciembre de 1877 después de 92
largos años de inquieta y fructífera vida; llegando a tal grado de triunfar en
los negocios y derribar gobernadores a su antojo no importara fueran sus
parientes políticos o no. E incluso demando por la vía legal al mismo
Gobernador de Washington por sus intereses invertidos en terrenos que poseía en
Tubac, Arizona que le fueron invadidos por nuestros “primos” a causa del
Tratado de La Mesilla.
A
la muerte de este, sus herederos vendieron posteriormente todas la propiedades,
incluyendo la Fábrica de Los Ángeles que en 1900 pasa a denominarse Compañía
del Sur del Pacifico, S.A. y pertenecía a la Casa Busgaeger y Freese de
Guaymas, y que a la vez eran subsidiarias de la Casa G. Moller de
Mazatlán, Sin.
En
1905 Federico García y Alva informó de que en Los Ángeles, se
producía más de 44 mil piezas de tejidos, dando ocupación a 180 operarios entre
hombres, mujeres y niños en sus 175 telares ingleses. Los hombres
devengaban un salario diario de un peso; en tanto que las mujeres 75 centavos.
A todas luces esta empresa acataba las disposiciones del Gobierno Porfirista,
utilizando también la mano de obra de niños menores de 16 años, a quienes se
les pagaba un jornal de 62 centavos.
Para
1907 el capital de la Compañía del Sur Pacifico, S.A., era de un millón de
pesos, similar al del desaparecido Banco de Sonora y es en ese entonces cuando
lo administraba la familia Corvera de Guadalajara, Jalisco y en 1923, asume la
Gerencia el recordado vecino Hermosillense Don Delfín Ruibal, por espacio
de 14 años.
Doña
María Tapia fue una señora que trabajó muchos años en la Fábrica y nos
contaba que Don Delfín enviaba gente del pueblo de Los Ángeles a
capacitarse a las fábricas que los Corvera tenían en la Perla Tapatía y muchos
de los fabriqueños se quedaron para siempre allá. Un nieto de Doña María
apodado El Cuate, nos enseñó en una ocasión a principios de este año 2000, un
enorme ovillo de plástico, con hilo mercerizado de más de dos kilos de peso y
podríamos decir que es lo único que queda de la fábrica, claro, a excepción de
los montones de escombros y padecería de metal.
También
se conserva en buen estado el arco de material de la entrada que tiene
registrada la fecha de construcción 1916; así como las ruinas de los almacenes
y tiendas de la empresa que todavía se encuentran al lado oriente de la plaza
principal.
La
Fábrica de los Ángeles de su presencia física ya no queda nada, salvo el
arco que mencionamos arriba y que las autoridades municipales de San
Miguel de Horcasitas lo han mandado cercar con malla ciclónica para impedir que
los borrachos lo crucen con todo y vehículo con el consabido riesgo de que
puedan derrumbar algún día.
Por
otra parte; el sitio donde se encontraba la factoría está cubierta por
toneladas de escombros y es común encontrar entre ellos desde tuercas,
pedazos de clavos, tornillos y lo más interesante: moneda de cobre con la
inscripción M.Y. y Cía. Este era el tipo de pago con que hacia Manuel Ýñigo a
todos los trabajadores tanto de la citada fábrica como de los molinos
harineros, ranchos, haciendas y empresas de la Compañía. Dichas monedas eran
mandadas acuñar a la Casa de Monedas de Hermosillo y desgraciadamente solo
tenía valor en la “tienda de raya” donde se podían adquirir todos los diversos
artículos de consumo; más caros que en cualquier comercio común de la ciudad.
Una
de estas monedas me la mostró una hija de un trabajador quien señaló que antes
de que se cerrara la Fábrica, laboraban dos puebles o turnos. Fue en 1942
cuando a raíz de las violaciones al contrato de trabajo, se declaró en huelga
la planta laboral y los Corvera, según cuentan los vecinos, metieron
esquiroles para desbaratarla. Esto se prolongó varios meses y según
cuenta la conseja popular, una noche la Fábrica se incendió. Los moradores de
Los Ángeles, afirman que fueron los mismos dueños que lo hicieron, mientras
otros, sin embargo, afirman que fueron los propios trabajadores. Con esta
desgracia, familias enteras salieron a buscar el sustento a otras partes. Entre
ellas señalaremos a los Domínguez, Teros, Salomón, Reyes, Contreras, entre
otras que afortunadamente encontraron trabajo en la desaparecida compañía de
Textiles de Sonora, S.A., de esta ciudad de Hermosillo.
Su
gente vive hoy de la agricultura y la pequeña ganadería, no existen empleos a
pesar de estar cerca de la capital del estado y en una carta enviada a Alfonso
Molina Ruibal el 12 de agosto de 1994 que en ese entonces era funcionario del
Gobierno del Estado y curiosamente, descendiente de Don Delfín Ruibal
quien fuera el último gerente de la Fábrica, le solicitaron fuentes de empleo
para el poblado y dice:
"El
pueblo de la Fábrica de los Ángeles, Municipio de San Miguel de Horcasitas. Le
hace la petición de una fuente de trabajo, donde laboren un por ciento de 120
personas de distintas localidades ya que las personas de la Fábrica de Los
Ángeles, Pueblo Nuevo, San Miguel y otras localidades no tienen donde trabajar
y por necesidad de alimentación, más que para una mediana alimentación,
ya que habiendo que trasladarse en autobús, el cual es una baja en el salario
de los trabajadores que logran colocarse en alguno de los trabajos diarios, el
cual es salario mínimo. Le hacemos la petición siendo esta misma que el C.
Candidato Municipal Enrique Amarilla Ochoa hizo a la Ciudad de Ures, Sonora, el
6 de agosto de 1994. Hoy se la hacemos llegar por medio del mismo candidato”.
“Aprovechamos
la ocasión para enviarle un saludo y pedirle continuemos con esta unidad que
hasta este momento nos ha caracterizado. Anexamos 109 firmas.”
Como
vemos no hubo respuesta por parte del Gobierno, porque la situación económica
de los pobladores sigue igual.
Solamente
un día es de fiesta regional, es organizada en el pueblo y es la
conmemoración de su Santa Patrona, Nuestra Señora de Los Ángeles, que cada 2 de
agosto, reúne a familiares y amigos en un ambiente de gran algarabía y se
realizan vistosos bailes y misas en el derruido templo.
Por
consiguiente la antigua factoría de hilados y tejidos de Los Ángeles marco toda
una época en el desarrollo económico por espacio de 103 años, beneficio
económico primeramente para una sola persona: Don Manuel Ýñigo Ruiz que pagaba
lo que él quería, después para los empresarios de la época porfirista que
tenían sometido en un estilo de esclavitud a decenas de obreros y finalmente
los problemas obrero-patronales que no se hicieron esperar durante los años 30,
haciendo crisis en 1942 con el cierre y el incendio de la factoría, terminando
para siempre con esta industria local.
A
continuación en el mes de Enero de 2000, entre el trovador Ramón Martin
Noriega Figueroa y el que esto escribe, tuvieron el arrojo de dedicarle un
corrido al citado pueblo que ante la falta de una historia musical escrita
sirva como un ejemplo de añoranza, el cual dice así:
Año
de mil ochocientos,
El treinta y nueve corría,
Los hilados y tejidos
En esta fábrica hacían.
Los productos más famosos,
Que ahí mismo fabricaron,
Manta y mezclilla doble ancho,
Que en todo México usaron.
Ýñigo fue el fundador,
Le siguieron los Corvera,
La Fábrica de Los Ángeles,
Con nostalgia los recuerda.
Año de mil novecientos,
Corrían el cuarenta y dos,
Y a Don Delfín Ruibal,
Le tocó dar el adiós,
Mis amigos tan queridos,
Que he dejado en mi pueblito,
En cada fiesta de agosto,
Los recuerdo con cariño.
Le dejo mi despedida,
Del Paseo de la Palma,
La Fábrica de Los Ángeles,
Y Codorachi del alma,
Así es que. . . . Gracias por su tiempo.
Letra:
Juan Ramón Gutiérrez
Música: Ramón Martin Noriega Figueroa.
Música: Ramón Martin Noriega Figueroa.
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